La salsa en discusión
20 años después de la publicación de su libro La Salsa en Cali, Alejandro Ulloa lanza La Salsa en discusión, una cuidadosa revisión e interpretación de este fenómeno musical de origen afro-latinoamericano en el que se fusionaron diversas tradiciones nacionales de la diáspora latina en Nueva York. El autor actualiza la discusión con recientes investigaciones y apunta derroteros de renovación para la salsa en Cali con lo que él denomina “La Salsa Pacífico”.
«Abre Cuto Quirindinga» (escucha lo que te voy a decir)
Desde su feliz advenimiento, la salsa se aproxima ahora al medio siglo de su existencia. Llena de plenas realizaciones, aún en medio de las crisis y los reveses. A pesar de los desencantos inherentes a la última fase aquí descrita, ella sigue campante por el mundo, irradiando goces, despertando placeres, conquistando adeptos, afianzando logros. Amenazada por las encrucijadas del nuevo siglo, necesita oxigenarse sin perder su rumbo. Y siempre es útil mirar atrás para seguir adelante. Las rupturas y las continuidades producidas por la generación vanguardista que creó la salsa hace 50 años en Nueva York, sigue siendo un referente para definir los nuevos caminos. En una época de fusiones e hibridaciones como en la que vivimos, la probable fusión de la salsa con la música del Pacífico constituye una alternativa viable y creativa para darle a Cali en el Siglo XXI la posibilidad de gestar un género propio, inédito en la historia de la música del mundo, como ya lo hicieron en el Siglo XIX, Buenos Aires y Montevideo, Río de Janeiro, Santiago de Cuba, La Habana o Nueva Orleáns.
El Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez es un buen principio y así lo ha evidenciado. Muchas de las mejores innovaciones del folclor tradicional, la han hecho músicos nativos del litoral en agrupaciones locales integradas por varios profesionales, cuya experiencia fundamental – en muchos de ellos - proviene del toque y la interpretación de la salsa en orquestas caleñas donde se formaron. Ahora es necesario cualificar y transformar esa experiencia. Para eso se requiere no sólo el talento de los artistas, el estudio y la investigación, sino la creación de unas condiciones propicias para desarrollar los procesos musicales en la ciudad. Y ello también le compete a los artistas. Tal vez esta llegue a ser una propuesta válida para nuestro tiempo y una alternativa útil para todos….
La Salsa Pacífico ya hace parte de la historia de la salsa, y no podemos ignorarla. Ella vibra en cada nota, desde Julián y su Combo, («Cali me encanta») hasta «Buenaventura y Caney» o «Mi Negra y la calentura» del Grupo Niche; está presente en «Nostalgia Africana» y «Son cepillao con minué» de Guayacán. Palpita en «Los ojos de la noche» y «Herencia africana» de Yury Buenaventura. Nos interroga en «Nostalgia africana» del «Brujo» Alfonso Córdoba y en «Banano de Urabá» de Yury. Se balancea cadenciosa en «Un son pa´Cali» de Hugo Candelario González, o en «Quien inventó el corazón» de Marino Luis. Arremete con fuerza en el «Son guerrero» de Amarildo Ibarguen y en el «Niño africano» de Andrés Viáfara. Romancea en el «Conflicto de amor» y «Tempestad» de Jimmy Saa. Agita una bandera de libertad en «Saa libre». Se burla indiscreta en «Carmen Rosa» de La Suprema Corte. Salta de alegría con la Orquesta Sandunga de Alí Tarry Garcés o en las congas de Wilson Viveros; y brilla con el sabor chocoano de Alexis Murillo con Los Nemus del Pacífico y su son montuno.
Además de los ingredientes locales, conserva la esencia polirítmica y la síncopa en el lenguaje ancestral de los tambores. Esos rasgos provienen de un tronco común, del África profunda…y viajaron en el corazón del tambor que se multiplica en cada toque, que renace en cada golpe…La salsa Pacífico está ligada a ese tronco común, así haya aparecido después que sus congéneres en Nueva York, o en el Caribe. La salsa Pacífico ha continuado su alegre sendero en composiciones recientes de Jairo Varela con el grupo Niche a través de historias jocosas como el ya reseñado «Rupelto Mena» que develan los cambios en el modo de ser de quien se enriquece de la noche a la mañana por un golpe de suerte y asume el comportamiento arbitrario del nuevo rico con el poder del dinero. «Han cogido la cosa», una alborozada denuncia del racismo imperante lograda mediante la puesta en escena de dichos y refranes que, en tono de broma, evidencian críticamente buena parte de la idiosincrasia nacional. Contada con el dialecto regional y cantada con la dicción propia del habla del litoral, este tema expresa una faceta más de lo que aquí estamos reivindicando. Otro tanto podemos encontrar en composiciones como «Prueba de fuego» del mismo Jairo Varela, una impugnación a la justicia colombiana, por parte de alguien que ha sido víctima de su in-justicia. Esta canción, vehemente y resuelta en su confrontación, se erige como símbolo para quienes han padecido la afrenta del establecimiento contra los indefensos. Con la ventaja de ser plenamente bailable, «Prueba de fuego» sintetiza la dolorosa experiencia del agravio y el abuso del poder, tan frecuentes en nuestro país. Pero el dolor se transforma en goce para el creador que se venga a su manera; en placer para el melómano que disfruta letra y melodía, o para el bailador que en Cali continúa danzándola, a pesar del tiempo transcurrido desde su lanzamiento.
En estas como en otras creaciones, los aires del Pacífico están presentes en esa pródiga mezcla con ritmos «extranjeros» como la Contradanza, el Son Montuno y la Guaracha. O en hibridaciones rapeadas al estilo de «Han cogido la cosa» en uno de sus fragmentos donde hasta el rapeo se oye distinto.
La salsa Pacífico está llamada a intensificar ese paisaje sonoro, profundizar en los sincretismos culturales, mostrar las identidades diaspóricas, jugar con las oralidades locales y recrear críticamente un espacio – tiempo convulsionado y contradictorio como el que vivimos. Pero no puede dormirse en los laureles.
Para el caso de Cali, la proliferación de músicos oriundos de Buenaventura, Guapi, Tumaco, Itsmina, Condoto, Quibdó y otros municipios aledaños como Puerto Tejada, Villarrica o Palmira, ha revitalizado la salsa colombiana con las obras de los artistas ya nombrados a lo largo de este capítulo y otros que se suman a lo hecho por Jairo Varela y Alexis Lozano en la misma dirección. Pero aún hay mucho trecho por recorrer; falta tanto por hacer y deshacer; por crear y transformar. Para ellos, y para los que he omitido involuntariamente, es oportuno el mensaje de un gran maestro curtido en el oficio, un caballero y una autoridad moral que todos sus colegas reconocen. Me refiero al bajista, trompetista, arreglista, director y productor Bobby Valentín, quien dijo lo siguiente para nuestra entrevista:
…Oídoooo… guaguancó coro millares: «Sobre la base de piano, bajo, congas, timbal y bongó que constituyen el ritmo, puede añadirse cualquier instrumentación: cuerdas, sintetizadores, metales; pueden escribirse diferentes fraseos: frases clásicas, frases típicas, jazzeadas, semiclásicas, folclóricas, lo que el músico quiera. Pero hay que darle color y saber en qué momento hacerlo, sin perder el ritmo. Pueden usarse diferentes compases: el 6 x 8, afrocubano; el 3 x 4; el 2 x 4 o el 4 x 4 que es el más utilizado en la salsa bailable».265 Esta no es una receta ni una fórmula. Es la síntesis de un saber respaldado por una trayectoria de 50 años en el mundo de la «música latina»; es la sabia de un artista que como Bobby Valentín le ha dado todo a la salsa, para la que ha vivido íntegramente y sin reservas. Su mensaje vale para todos los artistas que quieran recrearla. Esperamos que lo escuchen…y que siga La salsa en discusión.
Los músicos tienen ahora la palabra.
tomado de http://lapalabra.univalle.edu.co
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